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11 junio 2018

El mundo está “en beta”.

Para la “digital age” no se necesita de una estrategia digital sino de una estrategia comercial. La transformación de cómo trabajamos y vivimos, es una de las grandes megatendencias que le dará forma el mundo en el siglo XXI.

En nuestra reciente Encuesta Anual de CEOs, el 81% de los encuestados identificó el avance tecnológico como el desafío más importante para las empresas, incluso más que el cambio demográfico, climático, o el equilibrio del poder económico global. La mayoría de los líderes empresariales son muy positivos sobre la forma en que lo digital les permite crear valor, llegar rápidamente a más clientes y de manera directa. Todos ven el potencial de usar la tecnología para impulsar su negocio, pero la pregunta es: ¿en qué dirección y cuándo?

Hay tantas oportunidades, cada una con sus propios costos y complicaciones, que puede ser difícil encontrar la mejor manera de avanzar. La vanguardia puede volverse tan sencilla que el riesgo de tomar una decisión equivocada es enorme, pero el de no actuar puede ser todavía peor.

Entonces, ¿cuál es la respuesta? En el nuevo panorama empresarial la ventaja competitiva es transitoria y las empresas deben reinventarse a sí mismas, sus estrategias y al valor que ofrecen: experimentar y aprender, identificar nuevas oportunidades, explotarlas rápidamente y seguir adelante. Ello requiere modelos de negocio más ágiles, enfoque en la innovación y la capacidad de obtener lo mejor de su gente y su tecnología. Es en ese sentido que hablamos de que el mundo está 'en beta'.

La era del individuo.

Los consumidores y los empleados hoy en día, son más poderosos que nunca. Ambos estimularán el desarrollo de ideas para nuevos productos y servicios o formas de trabajar.

A fines de 2013, aquellos que crecieron con la tecnología digital comenzaron a experimentar ventajas competitivas con respecto a quienes tuvieron que ir adaptándose. Van gestionando su “día a día” en dispositivos inteligentes, conectándose en tiempo real, y esperan que las organizaciones para las que trabajan, compran e interactúan, puedan hacer lo mismo.

Los algoritmos complejos y las altas velocidades de banda ancha, ponen una cantidad sin precedentes de tecnología en manos del cliente generando un nuevo poder que, mediante la publicación en sitios de revisión y visibilidad de las redes sociales, van a exigir un mejor servicio y es sólo el comienzo. Por otro lado, la misma tecnología también permite a las empresas y gobiernos procesar y aprovechar cantidades extraordinarias de datos casi de forma instantánea.

Lo digital puede ayudarnos a resolver algunos de los desafíos más difíciles del planeta. Aumenta el número de voces ya que permite a las empresas aprovechar las ideas y opiniones de una gran red global de internautas. A su vez cambia la estructura de cómo se administra y utiliza la experiencia de las personas y permite tener una fuerza de trabajo tan dinámica como su base de clientes.

Se acortan las distancias.

 

Pasaron siglos entre el caballo y el automóvil. Décadas entre el walkman y el iPod. En la actualidad, la distancia entre la disrupción y la normalización es de meses o semanas. Están siendo eliminadas las barreras de ingreso y tanto las habilidades como las herramientas creativas (como por ejemplo las impresoras 3D), son más accesibles y las oportunidades aparecen al alcance de la mano.

Hasta ahora, el enfoque que muchas empresas adoptaron para lo digital fue a corto plazo y táctico. En un segundo escalón, lo digital ya no solo será otro canal para la economía de productos y servicios existente, sino que veremos la casi completa digitalización de algunos mercados, como el de libros o música, y el desarrollo de nuevas ofertas impulsadas por el enorme potencial de personalización que brinda Big Data.

Las empresas podrán adaptar lo que ofrecen para que coincida con lo que sus clientes desean, ya sea una experiencia, un objetivo o un cambio personal, entonces aquellas organizaciones que tengan la imaginación, alcance y red para hacerlo, obtendrán una gran ventaja. No es sólo el lado de la oferta el que está siendo revolucionado por lo digital, la demanda también se está “reiniciando”.

Por Rosana Mazza, socia de PwC Argentina.

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